En una entrevista realizada al doctor Pedro Sánchez García (n. 1930),
catedrático jubilado de Farmacología en la Universidad Autónoma de Madrid, publicada
el 4 de marzo de este año, recordaba con cariño a los dos profesores que un
mayor impacto habían ejercido en su vida desde que estudiaba el bachillerato en
el Instituto de Ávila. Decía de
don Fulgencio: “un filósofo que utilizaba el método aristotélico y nos daba
clase paseando por el campo”. En el mismo sentido se pronunció mi compañero de
curso Valeriano Claros Guerra en el debate que se suscitó en la Mesa redonda
celebrada el 19 de mayo de 2011 con el título “Los alumnos del Instituto, un
legado de futuro” dentro de los actos conmemorativos del 50 aniversario del
Instituto de Martiricos. Es significativo que el referente más comunmente
utilizado tenga que ver con un mero formalismo, simpático, pero nada más.
Carlos Navarrete Trigueros, de dos cursos posteriores al nuestro, le recordaba con
cariño en este mismo blog y nos contaba una amable anécdota personal.
Estoy plenamente convencido que su peripatetismo –desde luego su
pensamiento nada tenía que ver con la rancia neoescolástica española de los
siglos XIX y XX- no traspasaba el limitado territorio de lo formal que al
parecer cultivó desde el comienzo de su actividad docente. No soy tan atrevido como
para tratar de enmarcar a don Fulgencio dentro de una corriente filosófica concreta,
entre otras razones porque me faltan fuentes en las que apoyarme.
Desgraciadamente no conservo los apuntes de aquel espléndido curso monográfico
sobre “La familia” que nos impartió en Preuniversitario. Se los presté a un
compañero que realizó la prueba de madurez en la convocatoria de septiembre y
como suele ocurrir en estos casos no adquirió un billete de ida y vuelta. ¡Con
cuanto interés habría hecho su relectura después de tantos años y desde la
madurez adquirida! Basándome exclusivamente en mis recuerdos he llegado a la convicción
que en la preparación de este curso don Fulgencio se desentendió de las
recomentaciones ministeriales y en lugar de usar el libro La familia según el derecho natural y cristiano del cardenal Isidro
Gomá y Tomás, cuya primera edición era de 1926 y la sexta de 1952, manejó,
entre otros sin duda, El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels. Las
referencias a la familia sindiásmica no dejan lugar a dudas y no debemos
olvidar que era un gran conocedor de la filosofía alemena contemporánea y había
sido prologuista y traductor de obras de Arthur Schopenhauer (Sobre filosofía y su método, Sobre lógica y
dialéctica, Pensamientos sobre inteligencia general, La oposición de la cosa en
si y el fenómeno, Contribución a la ética, Sobre lectura y libros y algunos versos)
Hay que lamentar que don Fulgencio Egea sea un gran desconocido para
los malagueños/as y posiblemente sus alumnos/as le recurden sólo por ser “aquel
pintoresco profesor que nos llevaba al puerto o al parque” para impartirnos
alguna clase. Desde luego fuimos muchos los que estuvimos cerca de él aquella
triste mañana de diciembre de 1961. Para reparar en lo posible esta carencia de
información sobre su persona me decido a escribir esta nota biográfica que al
menos permitirá entender algo mejor su actividad docente y como pequeño pago a
una deuda enorme de gratitud que mantengo. Gracias, porque me invitastes a
pensar de otra manera. Lo más hermoso que un discípulo puede decir de su
maestro.
***********************
Don Fulgencio Egea Abelenda había nacido el 21 de agosto de 1900 en El
Ferrol (A Coruña). Estudió Filosofía y Letras (sección Filosofía) en la
Universidad Complutense obteniendo en 1921 el premio extraordinario de
licenciatura en dicha sección y en 1926 el premio extraordinario de doctorado. El
7 de febrero de 1930 obtuvo la cátedra de Filosofía y fue destinado al
Instituto de La Laguna, del que fue nombrado secretario en 1931. En 1933 la Junta
de Ampliación de Estudios lo consideró como pensionado para desplazarse cinco
meses a Alemania, si bien hubo de pagarse la estancia. El 30 de abril de 1937,
siendo además ayudante en la cátedra de Filosofía en la Universidad de La
Laguna, fue acusado por la Comisión Depuradora de Tenerife de apoyar al Frente
Popular y ser miembro del Socorro Rojo, siendo sometido a un proceso de
depuración que se resolvió con la separación definitiva del servicio e
inhabilitación para ocupar cargos directivos y de confianza. En enero de 1940 presentó
un recurso por el que fue aminorado con un traslado forzoso y mantenimiento de
la inhabilitación. Pasó a desempeñar la cátedra de Filosofía en el Instituto de
Ávila. Entre 1950 y 1954 estuvo destinado en el Instituto de Aranda de Duero y
en enero de 1953 le fue cancelada la sanción de inhabilitación que pesaba sobre
él. En 1954 en virtud de concurso de traslado se incorporó al Instituto
femenino de Málaga y en 1957, tras nuevo traslado, pasó al masculino. Cuando se
produce su traslado a Málaga estaba ya separado de su mujer doña Rosario Rico
Martí, que residía en Madrid con una hija, y vivía con su madre Dolores
Abelenda Pita, una viuda octogenaria, en la calle Juan Valera 2 (Pedregalejo),
la casa en cuyo primer piso estaba la peluquería de Anita de los Ríos y en el
bajo la heladería Lauri. Tras una corta enfermedad, que debió dar sus primeras
manifestaciones clínicas hacia el mes de septiembre, murió en Málaga el 24 de
diciembre de 1961.
Publicaciones:
Algunos Opúsculos de Arturo
Schopenhauer. Madrid: Editorial Reus, 1921
Sobre “La Galatea” de Miguel
de Cervantes. Madrid: Tipografía de la Revista de
Archivos, 1922
El ser de mi mismo. Ceuta: Instituto Nacional de Enseñanza Media, 1962