Una vez llegado a casa permanecí aún unos minutos en el
coche escuchando la radio hasta que el locutor terminó el comentario que me
había llevado a recordar mi época de estudiante en Málaga.
A media mañana llamé a mi amigo Rafael Vertedor
(Falo) y le comenté sobre lo que había estado
escuchando en la radio. Después de media hora de charleta me remitió al último
aporte a este blog que por cierto trataba sobre Doña Elena.
El blog ya lo conocía precisamente a través de él
mismo y después de la lectura del aporte del D. José María Hidalgo me animé a hacer yo el mío propio en
relación con Doña Elena.
Yo había hecho el examen de ingreso de bachiller en
el "Instituto Hilarión Eslava" de Cabra, trasladándonos luego a vivir a Melilla
donde inicié el bachillerato en el "Instituto Hispano-Marroquí", que
así se llamaba a la sazón.
Allí cursé los primeros cuatro años y fue, creo en
tercero o cuarto - no recuerdo muy bien - cuando conocí a Doña Elena.
Bueno a ella personalmente no, sino al libro de
Literatura en cuya portada aparecía
impreso su nombre. En él aprendí lo que era un pareado, el cuarteto y su
hermana pequeña de misma rima la redondilla, el serventesio y la cuarteta, también lo que era una décima
y leí mi primer soneto, aquel en el que Lope accede a hacerle uno a Violante a
pesar de verse metido en tal aprieto. El de Cervantes al Túmulo de Felipe II,
ejemplo de soneto con estrambote, término a mi juicio algo estrambótico para
ser sólo una propina de tres versos a un soneto.
Leí asimismo
aquellos versos de rara métrica de Rubén Darío sobre la tristeza de la princesa que me
resultaron un poco extraños.
Una vez terminado cuarto nos enfrentamos los alumnos
de ese año al cambio de plan de estudios: el 38 por el nuevo del 53 y que suponía la reválida
de lo que se llamó a partir de entonces Bachiller Elemental, y de Bachiller Superior
para la que se haría al finalizar sexto.
A los pocos días del examen de esta reválida, por
San Juan, nos trasladamos a vivir a Málaga y fue precisamente entonces, al comienzo del
quinto curso en el Gaona, cuando sucedió lo que me ha empujado a escribir este
aporte al blog: lo que para mí había sido hasta aquel momento nada más que un libro,
interesante pero sólo un libro de texto, se convirtió en una persona de carne y
hueso que además iba a ser mi profesora de Literatura. Aquello a mí, un niño de
catorce años de la década de los 50, me causó una gran impresión.
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