sábado, 29 de octubre de 2011

Fotos de Gaona

El Sr. Heredia Flores, Victor M.  muy amablemente nos ha remitido varias entrañables fotos del Instituto Gaona y también caricaturas, que tal como él mismo nos cuenta han sido
extraídas de la revista "El Instituto de Málaga", que editó el director del centro Luis Muñoz-Cobo entre 1929 y 1931. La revista, pese al título y el contenido, era de su propiedad, y desapareció cuando lo destituyeron de la dirección.


    Fachada del Instituto y Patio y escalinata jardín


    Jardín



Salón de actos

Caricatura examen de ingreso

Caricatura examen

La poesía que incluimos a continuación no fue publicada en la revista, sino que fue entregada por un antiguo alumno al archivo del Instituto, sin que se conozca el nombre del autor.


Don Alfonso Pogonosky fue catedrático  de Literatura que nuestra promoción 54-60 no conoció porque ya estaba retirado cuando nosotros estudiábamos en el Instituto, aunque sí recordamos que  D. Eduardo García Rodeja - su nombre de pila era Eduardo  y no  Rafael como erróneamente  se menciona al pié de la poesía - lo mencionaba de vez en cuando en clase. Bueno, en cierto modo tendríamos que estar contentos de no haber tenido otro "hueso" más como profesor, además del propio  Rodeja. 

Queremos agradecer al Sr. Heredia Flores su gentileza por habernos enviado este valioso material.

domingo, 23 de octubre de 2011

EL EXAMEN DE INGRESO


Si creyese en el destino, pensaría que cuando este decidió que en lugar de destripar terrones, hiciera otras cosas en mi vida, fue el día del examen de ingreso en Bachillerato.

La determinación de que estudiase, la comunicó mi padre a la familia durante la comida de un día del verano de mil novecientos cincuenta y ocho, siendo acogida con entusiasmo por mis cuatro hermanos, pese a que todos ellos seguían trabajando en el campo y ninguno había sido distinguido con tal cosa, actitud que, por cierto, jamás podré pagarles.

En el acto, se suspendió la excursión de aquella tarde con los amigos para bañarnos en el río Guadalhorce y siguiendo instrucciones de mi progenitor, me dediqué a buscar preceptor, el cual encontré en la persona de un maestro nacional que estaba de veraneo, con quien repasaría historia, matemáticas y prácticas de dictado, que era en lo que - en esencia - se basaba la complicación de la prueba. Con todo entusiasmo, desde aquel día me apresté a estudiar, pues ya había cumplido de largo los doce años y lo normal era acudir a ese examen con dos o hasta tres menos.

Y llegó septiembre y con él, el tan esperado día. Mi padre, que por escaldado, no se fiaba de la Renfe - la cual era tan incompetente como sigue siendo hoy - no quiso arriesgarse a salir en el rápido de las siete, que - en teoría - nos dejaba en el centro de Málaga, cuando faltaba aún una hora para el inicio del examen - aunque eso no sucedía jamás - y optó por viajar la tarde del día anterior y pernoctar en casa de una hermana de mi madre, que siempre nos acogía con los brazos abiertos, y donde acabé luego instalándome de ocupa todo el bachillerato.

La noche la pasé con los ojos como un mochuelo, y a las siete de la mañana y no bien mi padre hizo su primer movimiento, salté de la cama como un lebrel y en menos de cinco minutos estaba vestido y arreglado.

Aunque faltaban dos horas, decidimos “irnos acercando al Instituto de la calle Gaona”, y para ello dirigimos nuestros pasos a una cafetería del centro, donde otro hermano de mi madre trabajaba de encargado, y donde además de servir un chocolate con churros magnífico, no nos cobraban jamás. El tío Antonio, nada más saber el motivo de nuestra presencia, nos obsequió con un soberbio desayuno que los nervios no me permitieron ni probar. Y fue entonces cuando sucedió la desgracia...

Mi padre llevaba, para ser usada en tal ocasión, su flamante estilográfica Parker, traída de contrabando - presuntamente desde América - y que resultó ser más falsa que un billete de seis euros, pues descargó toda su tinta en el bolsillo de la camisa, con lo que - además - le dejó esta absolutamente inservible.

Buscando solución al problema, mi tío nos mostró un flamante bolígrafo color negro con muy buen aspecto, aunque – según aclaró – tenía un inconveniente. El problema era que, el birome - este sí americano - había pertenecido a un marino de la Sexta Flota, y llevaba en él impresa, la imagen de una bella joven de rubia melena y brazos en alto, pudorosamente vestida. Cuando se pulsaba para usarlo, la modelo - como por magia - quedaba solo vestida con un pequeñísimo sujetador, que a duras penas lograba esconder sus generosas ubres y una braguita tipo tanga, de menor tamaño que lo que pretendía ocultar, y a la segunda pulsación ambas minúsculas prendas desaparecían por completo, quedando tal y como su madre la trajo al mundo, si bien que con – al menos – dieciocho años más.

Aunque mi tío reconocía que tal utensilio, no era el más adecuado para concurrir a un examen, al no disponer de otro se le ocurrió envolver con papel la parte comprometedora, y luego asegurarla con un elástico. “Si te preguntan, dices que te sudan las manos...” y como la excusa parecía perfecta, y el problema quedaba resuelto, nos encaminamos sin demora al lugar del examen, pues mi padre consideraba que llegar quince minutos antes de la hora, era llegar tarde.

El tribunal, lo componían tres personas, un cura, de dos metros de alto y poco menos de ancho - que era el presidente - y un hombre y una mujer, ella profesora de literatura y él de matemáticas, que actuaban respecto al sacerdote como las polillas con la luz, ya que este solo contaba con ellos, para que asintieran a sus actos.

Con estentórea voz, que debía oírse desde la calle, dictó el clérigo la prueba escrita; una fábula de Samaniego plagada de “bes y uves” y con más de una traidora “hache” entre sus frases. Y en esto estábamos cuando en uno de sus paseos - mientras arrastraba su sotana por el aula, como si fuese una mesa camilla - sus ojos se fijaron en mi enmascarado bolígrafo, y tras inquirir en mal tono ¿A ver, que tienes ahí...? de un manotazo me lo quitó, y en un santiamén, lo había desprovisto del elástico y papel que lo cubría, examinando este último minuciosamente, por delante por detrás y al trasluz, seguramente buscando si en él había algo escrito, que tuviese relación con el examen.

Mientras hacía esto, en su otra mano sujetaba el bolígrafo, desde el cual la yanqui me sonreirá de forma demoníaca, pues el cura, en tanto examinaba el sospechoso trozo de cuartilla, oprimía distraídamente el pulsador del birome, con lo que la rubia – sin él advertirlo – se hallaba en un provocativo, permanente y excitante estriptease.

Paralizado, bañado en sudor de pies a cabeza, e invadido del más profundo terror, acerté a decir con un hilo de voz– Es que sudo mucho....

¡Aahh…! fue toda la respuesta del clérigo, y a juzgar por como me encontraba en aquel momento, no debió costarle mucho el creérselo, devolviéndome goma, papel y bolígrafo acusador, al cual – aún no entiendo como - no miró en ningún momento. De haber descubierto a la descocada rubia gringa, no digo aquel año, sino ningún otro hubiese aprobado mi examen de ingreso, imaginándome para siempre tildado de degenerado, depravado y libidinoso, por aquella vociferante mole ensotanada.

Cuando al atardecer regresamos a casa, en un traqueteante e incómodo vagón de tercera, le pedí a mi padre la papeleta de examen. Bajo mi nombre, figuraba la palabra aprobado, y después el sello y la firma del secretario del tribunal... me sentía el ser más importante del mundo. Lo que no comprendí, hasta años después, fue que - en mi caso - aquello no era una simple papeleta de examen, sino el pasaporte hacia mi libertad.

J.M. Hidalgo

Publicado en http://www.ymalaga.com/blocs/carta+de+barcelona/un-examen-decisivo-lleno-de-anecdotas.37137.html el día 14/04/2010

jueves, 20 de octubre de 2011

El Museo de Ciencias Naturales del Instituto

En el siglo XIX se creó el Museo de Historia Natural del Instituto, que estuvo ubicado en calle Gaona hasta su traslado, en 1961,  a la ubicación actual de Martiricos  donde se encuentra ahora

Todos los alumnos hemos visitado alguna vez el Museo, bien en Gaona o en Martiricos.

Recientemente hemos tenido la oportunidad de visitarlo de nuevo gracias a la amabilidad de Don José Francisco Jiménez Trujillo, profesor de Historia, que nos ha contado algunas de sus singularidades.

En el video, al final de esta entrada, podemos ver imágenes del Museo  y escuchar lo que el profesor  Jiménez Trujillo nos ha relatado. También se puede acceder al video desde el enlace situado en el margen derecho del blog

Hay referencias a este Museo recogidas, entre otros, en los siguientes documentos:

  - La propia web del Instituto, a la que se puede llegar pinchando AQUÍ

  - Artículo de Manuel Garrido Sánchez, ornitólogo,  publicado en la revista Jábega,  descargable desde AQUÍ,

domingo, 16 de octubre de 2011

Recuerdos compartidos con el Instituto Femenino

El pasado 12 de Octubre recibimos un correo de María del Mar Reding, licenciada en Medicina, ex-alumna del  Instituto Femenino Vicente Espinel, situado en el mismo edificio de calle  Gaona. Mar es viuda de nuestro compañero de la promoción 1954-60, Angel Moreno Checa. En ese correo, que reproducimos a continuación,  nos cuenta algunos de sus recuerdos:

Mi estimado amigo:
No sé si sabrás que yo soy antigua alumna del " Vicente Espinel", como se llamaba el Instituto Femenino que compartía edificio con el vuestro, el Masculino, en calle Gaona. Desde preparatorio hasta Preu estudié allí y tengo gran cariño al Centro y a algunos de los catedráticos, como D. Pedro Sánchez Mantero, hermano de vuestro D. Remigio, la Srta. Sanz Cuadrado, equivalente en materia impartida a vuestra Dª Elena Villamana, - que se cuenta os decía para que atendierais: "niños,niños,....todos mirándome a mí" - , etc. Me acuerdo de D. Fulgencio Egea, de Dña.Margarita Franco, D.Luis Romero Porras, D. Valentín Aldeanueva, que nos dio clase también a las chicas ...La Vaca Griega
Como en un tiempo compartimos edificio, y como dijo Miguel Angel del Pozo el día de la celebración del 50º aniversario de la graduación de vuestra promoción, 1954-60, patio para gimnasia y deportes, siempre cuidando que no coincidiéramos, ni siquiera nos viéramos, ni de lejos, ¡ mucho cuidado !, tengo recuerdos de esa época que te pueden ser útiles para el blog.
Antes de salir al patio para la clase de gimnasia con Concha Secal, nuestro bedel se asomaba al patio, para comprobar que todos los chicos habían desaparecido por completo del mismo. Nosotras esperábamos en el zaguán que había entre la portería y el pequeño patio de la fuente encima de la escalera, hasta que nos decía que podíamos bajar.
Para conmemorar el Día del Libro, se llevaba a cabo un acto académico en el que coincidíamos profesores y alumnos de ambos Institutos. Ese día se eliminaban las clases. Creo que se instituyó cuando le dieron el Nobel a Juan Ramón Jiménez.
Recuerdo que a esa celebración se le daba una gran solemnidad. En aquel enorme salón de actos, al fondo, había una tarima a unos cuarenta centímetros de altura sobre el suelo, donde se situarían los catedráticos. A ambos lados del salón, separados por el pasillo, los alumnos. A un lado los chicos, y al otro lado las niñas.
Cuando ya estábamos situados los alumnos, haciéndose esperar, llegaban los dos Claustros, desfilando por el pasillo con sus respectivos directores al frente, y subían al estrado. Después de un discurso que aludía a la conmemoración del Día del Libro entregando ejemplares como premios a los mejores alumnos y en el que se ponía como ejemplo a los alumnos que ese año se hacían acreedores al premio por sus buenas notas del curso anterior. Luego se procedía a nombrar a cada uno de ellos, subiendo a recoger un libro entregado por el catedrático junto con un apretón de manos y enhorabuena correspondiente. Primero iban los del Instituto Masculino, después las de Femenino. Que así era como nos referíamos a nuestros Institutos entonces.
Yo no sé en vuestro caso, pero en el Femenino, el libro pasaba de profesor a profesor entregado en clase por la alumna, satisfecha y eufórica por haberlo conseguido, para que pusieran una dedicatoria y firma como recuerdo.
Aunque ahora se dice que Machado no se nombraba en las clases de aquella época, entre los libros que se regalaron, me consta que había libros de Antonio Machado y de Juan Ramón, y por supuesto que en clase de Literatura se estudiaron dándoles el mérito que tienen. La poesía de Machado la estudiamos ampliamente, como corresponde.
Bueno, por hoy no te doy más la lata. Te agradezco mucho la información sobre la muerte de Jose Antonio, que me ha impresionado mucho. Era una persona encantadora, simpático, ocurrente y de gran valía.
Recibe un saludo muy afectuoso, atte
María del Mar Reding
Muchas gracias, Mar, por traernos tus recuerdos, que se unen a los nuestros.

Te animo a que sigas contándonos cosas que nos ayuden a evocar la época en que éramos estudiantes en Gaona

jueves, 13 de octubre de 2011

Exámenes de Ingreso de los genios

Hace unos días me pasé por el Instituto de Martiricos con la idea de encontrar en sus archivos algún documento, información escrita o gráfica,  que nos recordara los tiempos de Gaona.

Nos atendió muy amablemente el profesor de Historia de este centro, Don José Francisco Jiménez Trujillo, que nos ha facilitado diversa información de interés que pondremos en el blog. Desde estas líneas queremos expresarle nuestro más sincero agradecimiento al profesor.

En el archivo del Instituto se encuentran los exámenes de Ingreso en Bachiller de los alumnos. Le pedí al profesor que nos facilitara la de algunos de nosotros, pero el estado en que se encuentra el archivo no es el mejor que se puede desear y al menos por el momento, no ha podido encontrar los del año 1954.

Sin embargo sí nos ha facilitado una copia de las fotos hechas por Rafael Fernández, de las pruebas escritas de Ingreso de los genios que pasaron por Gaona. Se puede acceder a los exámenes pinchando en los nombres. Estos genios son, nada más y nada menos que (citados por orden cronológico de la fecha del examen):


Pablo Ruiz Picasso
José Ortega y Gasset
Vicente Aleixandre y Merlo
Severo Ochoa de Albornoz
Sobre el examen de Ingreso de Picasso, hay un interesante artículo de Isabel Rodriguez Alemán, publicado en JABEGA, núm. 21 de 1978, al que se puede llegar desde AQUÍ

La prueba escrita consistía en un dictado y una operación aritmética. Es curioso  el pequeño error que se observa en la división que hace Severo Ochoa. El cociente y el resto están bien pero en la linea que hay inmediatamente debajo del dividendo aparece 5882, en lugar de 5832 que sería lo correcto. Una linea más abajo Ochoa escribe 6009 que está bien, pero no respecto a 5882 que él escribe erróneamente.  Esto hace pensar que hizo la división correctamente en otro papel y se equivocó al copiarla al papel del examen.

Tan solo Severo Ochoa continuó sus estudios en Gaona. La familia de Picasso se trasladó el mismo año  del examen, a La Coruña. Ortega y Gasset estudió en Málaga, en el Colegio San Estanislao de Kostka de los jesuitas, en El Palo. Vicente Aleixandre se trasladó con su familia a Madrid el año siguiente al de la prueba de ingreso.

Creo que muchos de nosotros no conocíamos esta circunstancia de que tantos ilustres personajes  - salvo el caso más conocido de Severo Ochoa - se sentaron por más o menos tiempo en los pupitres de las mismas aulas donde nosotros nos educamos y al saberlo, uno no deja de sentir un cierto punto de emoción.