jueves, 22 de septiembre de 2011

Don Eduardo García Rodeja (cont.)

Complementando la excelente entrada anterior de José María Hidalgo sobre Don Eduardo García Rodeja, el catedrático de Física y Química que tanto nos impactó a todos los que nos dió clase, añado aquí algunos datos más.

Abundando en el terror que sentíamos cuando examinaba la lista de alumnos para decidir a quien iba llamar al estrado para preguntarle sobre el tema del día, recuerdo que en nuestra clase de 6º el listado de alumnos estaba en una hoja donde en el anverso figuraba la mayoría y en el reverso solo estábamos unos pocos, los que no habíamos cabido en el anverso y que éramos los últimos por orden alfabético, Valenzuela Martín, Váquez Lobato, Vertedor Sánchez, Villegas Alés..... Así que cuando volvía la hoja del reverso las probabilidades de que nos tocara a uno de nosotros eran mucho más altas y los... quiero decir, el corazón, al máximo de pulsaciones, se nos subía a la garganta, mientras los del otro lado de la hoja respiraban aliviados.




En esta foto, tomada de un artículo de Victor M. Heredia Flores publicado en  la revista Jábega, que a su vez la tomó del archivo del IES Vicente Espinel, le vemos cuando era joven, en la misma clase que todos recordaremos, con aquella especie de estrado elevado sobre el resto del aula y adonde teníamos que subir angustiados cuando nos llamaba para preguntarnos sobre los temas de la asignatura correspondiente. Él se sentaba en la mesa situada a la derecha.


Recordamos todos su peculiar forma de puntuar en que el aprobado era 1,5, la nota más alta un 3 y la peor calificación, con la que "premiaba"   la ausencia total de conocimientos, o una barbaridad, era un humillante 00 . También existía el 1, que no llegaba al aprobado y el 2, equivalente al notable. Ni que decir tiene que había muy pocos doses y muchos menos treses.


La concesión del Premio Nobel de Medicina en 1959 a Severo Ochoa de Albornoz, que había sido alumno del Instituto, tuvo un fuerte impacto en el Centro. No todos los día teníamos en España un premio Nobel y menos que hubiera pasado por aquellas aulas. Aunque durante nuestro paso por Gaona hubo también otro premio Nobel: Juan Ramón Jiménez, al que se lo concedieron en 1956 y del que oimos hablar, de él y su obra, en nuestras clases de Lengua y Literatura.

El premio a Severo Ochoa tuvo una especial trascendencia en Don Eduardo por las frecuentes manifestaciones de reconocimiento del reciente premio Nobel  hacia su persona como motivador de su afición a las ciencias naturales. Rodeja se mostraba muy orgulloso de este reconocimiento y se encargaba de mencionarlo frecuentemente en clase.

En el siguiente artículo de Sur puede leerse

Ver artículo en Diario SUR
"Casi cuarenta años después de que Severo Ochoa abandonase Málaga, el Gaona le tributó un homenaje. Se celebró el martes 26 de enero de 1960 para festejar que su antiguo alumno había recibido el premio Nobel de Medicina en 1959. Con tal motivo se organizó en el centro una solemne sesión académica a la que asistieron las primeras autoridades de Málaga y catedráticos de la Universidad de Granada. Se descubrió una lápida en la galería del patio principal del edificio educativo.

La banda municipal de música amenizó el acto e interpretó el himno nacional. El recinto estaba repleto de alumnos, profesores y visitantes. Una vez descubierta la placa, intervinieron el rector de la Universidad granadina, Luis Sánchez Agasta, y García Rodeja, antiguo profesor de Ochoa, que aún seguía dando clase en el Gaona y cuyo nombre también aparecía en la lápida junto al del premio Nobel. La secretaria del instituto, la profesora Elena Villamana, dijo que lo que se estaba viviendo era una «hermosa lección» ".




En esta otra foto, tomada de la misma fuente que las anteriores, el profesor García Rodeja está a la izquierda junto con Severo Ochoa. Está tomada en un homenaje conjunto que el Ateneo de Málaga le hizo a ambos en 1971. En ella, Rodeja tenía 80 años según se dice en el artículo de Victor M. Heredia.

Nuestra promoción 54-60 lo recuerda más con el aspecto de esta foto que con el de la foto de arriba que debe corresponder a bastantes años antes de que nos diera clase a nosotros. Cuando estábamos en 6º, curso que terminamos en 1960,  once años antes, debería tener 69 años.

La relación de Rodeja con Severo Ochoa continuó en el tiempo y cuando Rodeja estaba próximo a los 85 años, fue invitado a participar en un homenaje a su antiguo alumno, al que no pudo asistir porque su condición física ya no era apta para desplazarse. Rodeja envió estas palabras para que fueran leídas en su nombre en el acto

Palabras de Rodeja

 Aún se encuentran otras referencias de Severo Ochoa a su antiguo profesor. Esta se produjo en la investidura del premio Nobel como doctor honoris causa por la Universidad de Málaga en 1987, donde recordando su etapa como estudiante del Instituto,  mencionaba una vez más a Rodeja  diciendo:

"El Instituto tuvo dos profesores de los que guardo un recuerdo especial. Uno de ellos, don Eduardo García Rodeja, de quien he hablado muchas veces. Don Eduardo era un joven profesor de Física y Química recientemente llegado al Instituto de Málaga. Yo cursé con él la Química en el sexto y último año. Don Eduardo fue la  persona que más influencia tuvo en mi formación en aquellos tiempos y quien, indudablemente, despertó con fuerza incontenible mi afición a las ciencias naturales. De que esta afición me inclinara hacia la Biología, fue responsable, sin duda, don Luis Muñoz-Cobo, magnífico profesor de Historia Natural. Esta afición sería ulteriormente intensificada, por don Juan Negrín, profesor de Fisiología de la Facultad de Medicina de Madrid" (Tomado del mencionado artículo de Victor M. Heredia Flores en Jábega)

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